domingo, 18 de octubre de 2009

Muere Raúl de la Mota, gurú de la viticultura argentina

La culpa fue del terremoto del '44, que alejó de San Juan a Raúl De la Mota. Pero Mendoza lo recibió como a un hijo propio y le dio la posibilidad de ser parte importante en la historia de la vitivinicultura Argentina. Allí logró, gracias a su trayectoria en la elaboración de vinos, ser elegido en 2005 el Enólogo del Siglo en la Argentina, por la Asociación Mundial de Periodistas y Escritores de Vinos y Licores. El jueves pasado, todo el país lamentó la muerte de Don Raúl, como respetuosamente lo llamaban todos.

De la Mota estuvo al frente de las bodegas más prestigiosas del país y su rol fue protagónico en la reconversión varietal de los vinos mendocinos. Fue de los primeros en elaborar Sauvignon Blanc y Syrah, y su mano estuvo en la creación de Caballero de la Cepa, en el champan Arizu de los 70, los Weinert Malbec 1977, Cavas de Weinert 1978, y muchos más.

"Como persona era excelentísimo y como técnico, sumamente capaz, trabajó en las bodegas más importantes del país. Siempre fue un hombre muy bien informado de toda la vitivincultura y su palabra era para tener en siempre en cuenta. Lo recuerdo como un hombre muy bueno", dijo ayer Arnoldo Carracedo, presidente del Centro de Enólogos de San Juan.

Carracedo contó también que De la Mota fue egresado de la primer promoción de enólogos de la escuela de Fruticultura y Enología de San Juan y que, años después, crearon juntos la Federación Argentina de Enólogos, de la que De la Mota fue el primer presidente.

"Trabajamos mucho juntos en una época en la que él era presidente del Consejo de Enólogos de Mendoza y yo de San Juan. El siempre fue una palabra autorizada en la vitivinicultura argentina", contó Carracedo.

En una de sus últimas entrevistas, a la revista Noticias, De la Mota contó que de joven le gustaba la filosofía, pero que dos de sus hermanos ya estudiaban afuera de la provincia y su padre, ferroviario, "se las veía en figuritas para mantenerlos". Entonces vió un folleto anunciando que la Escuela de Fruticultura y Enología abría en San Juan; "los enólogos eran pocos pero estaban muy bien, mejor que muchos médicos, y me decidí". El país, agradecido.

El terremoto del '44 hizo que toda la familia se trasladara a Mendoza. Ahí, recién recibido, comenzó a elaborar vinos y tejer la historia de los varietales del país.

Dos de sus hijos continúan con su legado: Roberto y Adriana. Su tercera hija, Graciela, es investigadora del CONICET.

Su vida y obra fue resumida por él mismo en una gran frase: "Tuve grandes satisfacciones. Hice cosas muy interesantes y dejé las bodegas con buenos vinos. La viticultura es cuestión de pasión, de otro modo se camina hacia el fracaso".

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