martes, 14 de agosto de 2007

Y ahora, vino holandés

Los Países Bajos son famosos por el queso, los tulipanes y los molinos de viento, pero sus vitivinicultores esperan añadir a la lista otra atracción turística con sus viñedos. En Groesbeek, zona situada en el este de los Países Bajos, cerca de la frontera alemana, el paisaje llano neerlandés deja paso a colinas verdes y redondeadas. Freek Verhoeven, dueño de un viñedo de cinco hectáreas en una colina del sur con bodega incluida, llamado De Colonjes, está vendimiando las uvas para su vino ecológico.
"El sol y la suave brisa convierten este lugar en un paraíso", afirma el viticultor mientras se encorva entre las viñas, con la cabeza enmarcada por las hojas verdes, para agarrar racimos de uvas tintas. Aunque la viticultura sigue siendo una actividad reciente en los Países Bajos, el número de agricultores que plantan vides no deja de aumentar. En la actualidad se ha llegado casi a 100 hectáreas de viñedos, que producen alrededor de 360.000 litros de vino. "Este año hemos experimentado un gran aumento del interés por la viticultura, lo cual es extraordinario en un lugar como los Países Bajos, que no posee un clima sureño y soleado", dice Paul Kooijman, de la asociación neerlandesa de vinicultores. "El éxito repentino se debe sobre todo a que han llegado nuevas castas de uva [híbridas, como la regent] adecuadas para nuestro clima moderado y lluvioso".

Verhoeven y sus voluntarios trabajan en Groesbeek en su tercera cosecha, la primera que se puede considerar una verdadera vendimia. Este año podrá producir 10.000 botellas de tintos, blancos y rosados. Cuenta con viñas particularmente resistentes a las plagas y al frío, por lo que no requieren tratamientos con pesticidas y otros productos químicos. Verhoeven, catedrático de educación física jubilado, plantó su primera vid en el año 2001, en la ladera sur de la colina que se encuentra detrás su casa. "Me acercaba a la edad de jubilación y quería hacer algo con esta hermosa parcela. Hasta que un día, mi mujer y yo fuimos a visitar a un antiguo alumno mío que ya se dedicaba a producir vino en esta zona, y caímos presas del hechizo... En una hora decidimos que también queríamos ser bodegueros", explica mientras señala los viñedos con las tijeras cubiertas de barro.
En el año 2003, mientras crecían las primeras vides, Verhoeven decidió comprar otras 3,5 hectáreas de tierra y alcanzar el total de cinco. Su pasatiempo se fue convirtiendo en un trabajo a tiempo completo. "Tuve que aprenderlo todo desde el principio", confiesa. Verhoeven fue a aprender la vecina Alemania, donde el sector vinícola está consolidado. "Los productores alemanes me consideraron un excéntrico. Pero mi plantación era tan pequeña que no tuvieron miedo de que les hiciera la competencia y me permitieron asistir a cursos con ellos. Si tenía alguna duda, podía meterme el coche y en un par de horas me plantaba en Alemania, para ver a un profesor de enología que normalmente estaba encantado de compartir sus conocimientos", dice Verhoeven. Verhoeven no deja de hablar mientras camina entre las viñas de la colina verde que se encuentra tras su domicilio. Habla del águila ratonera que anida en las cercanías, del temor de que los mirlos hambrientos se ceben con sus uvas y de la investigación académica que se desarrolla en sus tierras, donde hace unos meses plantaron 550 tipos de uva en un experimento destinado a encontrar la vid perfecta para el clima de los Países Bajos. Gracias a su entusiasmo, Verhoeven se ha granjeado un pequeño grupo de seguidores en Groesbeek: en la primavera pasada, cinco agricultores de su pueblo también se decidieron a plantar vides. "Yo produciré el vino y ellos se limitarán a cultivar las vides, de momento, pero esperamos que más adelante aprendan a hacer sus propios vinos". El año que viene espera abrir un centro vinícola con bodegas especiales, una zona de cata y una exposición sobre el proceso de producción. Verhoeven ya ofrece visitas guíadas de su finca De Colonjes. "No produzco suficiente vino para cubrir la demanda. Todos los días tengo que rechazar pedidos", asegura. Sin embargo, el viñedo le produce más gastos que ingresos. Espera que su plantación alcance la capacidad máxima en un plazo de tres años y que produzca alrededor de 25.000 botellas. "Mientras tanto, podemos permitirnos el lujo de esperar y vivir de nuestros otros ingresos", dice con una sonrisa.

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